“ Él.”
Luis Buñuel.
Para el psicoanálisis la psicosis es una de las tres estructuras determinantes del sujeto a partir de la castración y la función paterna. Ésta es, precisamente, la que está forcluida. En su lugar, y a modo de restitución simbólica que no está, aparecerán fenómenos alucinatorios y delirios, construcción interna que el sujeto percibe como cierta. Precisamente porque el registro de lo Real es determinante, dominante, frente a lo simbólico. En la paranoia y a medida que su solución delirante progresa con su elaboración, es decir, el afecto caracterizado por sentimientos de alegría, euforia, triunfo, satisfacción u optimismo, tiende a quedar completamente absorbida, regulada, interpretada, elaborada en los términos de la megalomanía mediante la cual el sujeto reestructura su yo en relación con el ideal. En el extremo opuesto, el afecto depresivo, vinculado estructuralmente a la identificación con el objeto como opuesto al ideal, como resto, tiende a quedar absorbido por el sentimiento de persecución, que lo exterioriza. En el caso de Francisco; protagonista de la película “Él” dirigida y escrita por Luis Buñuel se ejemplificará un caso particular en su desesperado y fallido intento de conseguir una relación objetal.
En la primera escena de la película, en donde se lleva a cabo una ceremonia aparecen las claves y los elementos del deseo de Francisco. En esta escena, vemos cómo Francisco a través de un desplazamiento pasa la mirada desde el beso que el padre Velasco da a los pies del niño, beso que tiene una marcada connotación erótica, a los zapatos de una mujer y de ahí sube la mirada hasta el cuerpo de Gloria que desde ese momento se convierte en un fetiche. “Desde aquel día he venido todas las mañanas y tardes, estaba seguro de encontrarla”. Cuando ella se va él presenta esa angustia por la pérdida del objeto “Por un instante temí haber la perdido para siempre” aunque sólo la había visto una vez.
En ese primer instante en el cual existe una excitación aparentemente heterosexual, le provoca a la larga un delirio de persecución, Freud mostraba que dicho delirio proviene de una fijación homosexual. En Francisco se ve, aunque de manera inversa, que una excitación homosexual quedará envuelta en una aparente heterosexualidad, los zapatos de Gloria, pero que serán esta excitación la que pondrá en acción la estructura paranóica. También aquí la teoría Freudiana se comprueba como a partir de un deseo homosexual y la negación ante el mismo se genera por medio de diferentes mecanismos de defensa diferentes tipos de delirios como los expuestos en el personaje de Francisco.
Por otro lado Freud hizo énfasis en la importancia decisoria de la escena primaria y mostró como en la paranoia se estructura con un vacío fundamental, el del que mira. En esta escena de la Iglesia indudablemente el objeto que está en juego y encarnado en la presencia de Gloria es “la mirada”, es decir, aquello que atrapa la mirada y causa el deseo de Francisco. Quizás ello le genera una pregunta a Francisco al quedar súbitamente en falta acerca de saber qué es una mujer.
Este será un vacío que nos encontraremos más tarde en las múltiples referencias a la escena primaria que se harán, por ejemplo cuando Francisco introduce una aguja por el ojo de la cerradura y no hay nadie espiándolos en su intimidad. En la película también se parte de un escena erótica mirada, pero curiosamente se trata de una escena en la que los protagonistas son un niño y un “padre”. Por último, la persecución de la que será víctima Francisco a partir de este momento que pone en evidencia justamente en el cambio de papeles que se opera: Francisco va a devenir el implacable perseguidor de Gloria.
En la siguiente escena vemos ya claramente a un paranoico, por una parte el delirio de reivindicación de bienes de los que su abuelo fue injustamente usurpado, lleva a Francisco a la reinterpretación delirante de todo aquello que se opone a su deseo “Mi abogado se ha vendido a la parte contraria” y a la eliminación en un instante de la realidad “Ahora veo que me equivoqué eligiéndolo como abogado”, de la misma manera que elimina de un instante a la muchacha, quien representa una rival que interviene su relación homosexual con Pablo, su ayudante que cínicamente siempre halaga a su patrón. Se ve claramente un juego de poder a poder y en la que os movimientos de la omnipotencia pasan del paranoico que instala en sus propiedades su Ley absoluta, a la de sus “poderosísimos enemigos” capaces de comprar abogados, voluntades y lo que haga falta con tal de llegar a sus fines destructivos.
En estas escenas observamos como Francisco manipula con absoluta frialdad la situación para conseguir su objetivo, sin el más mínimo escrúpulo quita de en medio todo aquello que se interpone en sus planes y objetivos tal y como antes había hecho con el abogado y con la muchacha . Esta vez le toca a Raúl , el novio de Gloria.
En este momento aparece el único elemento familiar de Francisco: en su casa, Raúl, la madre de Gloria, el padre Velasco y un amigo critican los “gustos caprichosos” del padre de Francisco, constructor de la casa y que a ojos de Francisco está llena de “ideas extrañas” que contrastan con la “perfecta normalidad” de Francisco quien “no ha cambiado absolutamente nada y sigue siendo el mismo que cuando era pequeño”. Aquí trata claramente de una escena fundamental ya que implica una clara desautorización de la figura de padre, quien acaba convertido en un personaje perfectamente extraño no sólo a los ojos de la sociedad, sino acaba convertido en alguien con quien Francisco parece que no tiene nada que ver. Aquí, parte fundamental de una estructura psicótica, aunque el padre haya existido en sí, la figura del padre no cumple su función de castración, es una figura ausente quien aunque no se sabe nada en sí, esto dar a interpretar mucho sobre su relación. A partir de ahí el delirio de reivindicación de bienes adquiere todo el significante, Francisco reivindica delirantemente una herencia de la que se siente injustamente desposeído y el patrimonio en litigio es su peculiar ordalía sobre su filiación. Lo abolido en lo simbólico vuelven en lo real bajo la forma de un delirio.
En la cena se habla sobre lo que significa el amor para cada uno, Francisco afirma que “un hombre y una mujer se encuentran y ya no podrán separarse”, claramente regresando a lo que seria una relación de completud con la madre, una simbiosis; “ese amor se está formando desde la infancia”. Al hablar sobre esa mujer (Gloria) la idealiza, la hace su razón de vivir y de cierto modo su fetiche. “En esa mujer cristaliza sus sueños, sus ilusiones, sus deseos de la vida anterior de ese hombre”. Y a partir de esto surge la parte de omnipotencia de Francisco en la cual el objeto de su deseo es Gloria y haría todo por conseguirlo. “Si ello no me quisiera, tendría que quererme”.
Después se produce la escena del paseo de Francisco y Gloria por el jardín en la que Francisco le dice a Gloria que la casa fue construida por su abuelo y en la que llama la atención la contradicción que hay sobre el constructor de la casa: un momento antes se decía que era el padre y ahora Francisco afirma que es el abuelo, esta escena es muy significativa del problema con el padre, vuelve a enfatizar la ausencia del padre. Por otra parte, esta escena nos permite entender la doble posición en la que se encuentra el paranoico: si por una parte hay una herencia que no ha recibido o que más precisamente, está desvalorizada, por otra sí existe una inscripción paterna, sí existe tal herencia, ya que no debemos olvidar que la “extraña casa” en la que vive Francisco ha sido construida por su abuelo o su padre.
Pero esta desvalorización deja el camino abierto a una un padre idealizado, fuente de homosexualidad, que a su vez contribuye aún más a la desvalorización del padre real. En la película se observa claramente en la posición de autoridad incuestionable que ocupa el padre Velasco, la religión como un claro “modelo de creencia”, y si en condiciones normales esa creencia se encarga de que no exista nada entre esa autoridad y el padre real, reforzando su autoridad, no ocurre lo mismo en el paranoico, donde como vemos la posición de autoridad del padre real está altamente comprometida.
Freud habla sobre la importancia que las fantasías sobre la escena primaria tienen en el desarrollo psicológico de las personas. Aquí podemos ver su importancia crucial en la paranoia. En la escena de la noche de bodas vemos como Francisco, preso de un ataque tanto de celos como de pánico, tratar de rehacer una escena primaria, contada por Gloria a la que poder sujetarse en su sexualidad. Por una parte, su “cuéntamelo todo como si fuera tu confesor” lleva toda la connotación voyeurista, no exenta de una clara dosis de masoquismo, de quien no puede alcanzar otro tipo de excitación sexual. Pero fundamentalmente se trata de un intento de identificación narcisística a Gloria, de colocarse en el sitio de Gloria en la relación sexual para tal vez entonces, como Schreber, poder decir internamente que “seguro tener relaciones como mujer se ha de sentir muy bien”. En esta maniobra identificatoria a Gloria queda un sitio vacío que es el que corresponde al propio Francisco que se pierde en la identificación y en consecuencia el sitio que debería ocupar, que es el del que mira, está vacío.
Esa mirada pone en cuestión la belleza y los ojos cerrados de Gloria en la secuencia del tren, la noche de bodas, y el repentino cambio de humor en Francisco cuando de la pregunta de ¿qué piensas?, pasa a… ¿en quién piensas? Irrumpe, quizás, el desvanecimiento subjetivo de Francisco. Partir de este momento la película toma un giro inesperado y el protagonista entra en una dinámica en la que la pregunta sobre la mujer juega un papel decisivo. Los celos son constitutivos, introducen al Otro en la infancia. Sin embargo, para Francisco, se alcanza una instalación en la búsqueda de una repetición del acontecimiento. Él ya no tendrá dudas sobre el lugar del tercero, Raúl, antiguo amigo de Gloria. Esa certeza del paranoico la mantendrá Francisco hasta el final de la película, claramente una parte fundamental de la paranoia; la certeza.
Y justamente después de esta escena se presenta claramente quien va a ocupar este sitio vacío: el perseguidor. Las siguientes escenas nos muestran como el amigo de Gloria va estructurándose como perseguidor, es el hombre que acecha a la pareja en su intimidad, el que espía, el que mira. De nuevo aparece aquí la excitación sexual en la escena en la que Francisco arregla los zapatos de Gloria y poco después es cuando el amigo de Gloria se vuelve abiertamente el perseguidor, el que espía la intimidad de la pareja.
¿ Quién persigue al paranoico?. El amigo de Gloria nos permite trazar un perfil del perseguidor de Francisco: un voyeurista, un malvado sin escrúpulos que no se detiene ante nada ni ante nadie y cuya única ley es su propio interés, su propio deseo. Es decir, el paranoico proyecta en el perseguidor a un perverso, y claramente se puede ver como Francisco se expresa de él “a mi me cae pésimamente porque se cree un Don Juan, puede confundir tu buena educación con otra cosa”. Y algo que puede resultar de importancia es como al caminar, Francisco no pasa por donde hay hombres; que a simple vista podría parecer que es por los celos que le generan que los hombres vean a Gloria, pero siguiendo la línea Freudiana, es un claro ejemplo de una negación ante la propia homosexualidad.
Francisco es un personaje sin historia aparentemente. Porque la escena primaria no es sólo una fantasía sexual sino que fundamentalmente es una fantasía sobre el propio origen, y es el punto de partida de su propia historia. No hay una historia que coloque a los personajes y a él mismo en un orden, y en su lugar, aparece un delirio. Aquí esta ausencia de historia que transmite el personaje y que se vuelve evidente si la contraponen a Gloria, que de la misma manera no se tienen datos de ella, sí tiene una historia detrás. Y es esta historia de Gloria la que será uno de los blancos de los ataques de Francisco. Como el golpe al amigo de Gloria, que no deja de ser una parte de la historia de ella.
Toda la secuencia del viaje de bodas está lleno de historias muy claras sobre el tipo de relación objetal que establece Francisco.
En las siguientes escenas podemos ver los intentos de Francisco por manejar la situación de otra manera. Francisco va a intentar el control maníaco de la situación. Por una parte y frente al hecho real de que su nuevo abogado le dice que su pleito es muy difícil de ganar, Francisco responde con una renegación de la realidad y le dice a Gloria que su pleito está ganado. Mantiene guardado su problema de celos hasta el punto de invitar a Gloria a seducir a su abogado, y en fin, está alegre justamente cuando debería estar triste ya que las noticias que le acaban de dar no son precisamente buenas. Pero como tal esta manía está destinada al fracaso y de nuevo una crisis de celos llega.
Hay algo realmente sorprendente en la película en el perfecto orden evolutivo que se mantiene a lo largo de ella. Porque las escenas posteriores, es decir las escenas perversas, no podrían darse sin el elemento evolutivo anterior.
Y así, siguiendo la línea evolutiva ya iniciada, Francisco intenta la salida perversa. Primero con el fetichismo de los zapatos y luego con el sadomasoquismo. El fetichismo es de nuevo el motor de la excitación sexual, al ver los zapatos de Gloria por debajo de la mesa; pero se trata de una excitación sexual que no puede terminar en una relación sexual más o menos genitalizada, sino que desemboca en una descarga sadomasoquista extremadamente violenta. Y ahí es donde encontramos el seguimiento lógico a la teoría que impone el fetichismo: si por una parte es el encargado de desmentir la castración y por ello es objeto de veneración, como lo son los zapatos de Gloria, por otra no deja de ser el representante de dicha castración y como tal objeto de hostilidad cuya denigración se produce no sólo por la categoría de su objeto sustituto, unos simples zapatos, sino que alcanza a lo que reemplaza, en este caso Gloria, a quien, Francisco le aplica un castigo por sus coqueteos, logrando así una identificación con el temido padre castrador que introduce una triangulación.
Así Francisco sigue intentando la relación perversa con Gloria en los disparos de salva que a modo de castigo lanza sobre ella por haber atrevido desvelar sus secretos y lo sigue intentando cuando se adelanta y habla antes con la madre de Gloria y con el padre Velasco, logrando engañarlos sobre la realidad de la pareja. Pero esto se rompe en el momento en el que se vislumbra el fracaso de su delirio de reivindicación y los Tribunales están a punto de fallar contra él, siendo en ese momento cuando la angustia psicótica y depresiva hacen su aparición y el frágil intento de relación perversa se derrumba.
Un nuevo fracaso viene a sellar el intento de otra relación objetal diferente a la establecida. Ante lo limitado del campo de elección objetal por una parte y ante la rapidez del fracaso de su delirio en su función de posicionamiento de libido homosexual por otra, sólo queda un último destino posible para ésta libido: su regreso al Yo y la regresión al narcisismo primario de la escena del campanario que constituye uno de los pasos previos al derrumbe psicótico. En este delirio narcisista, Francisco se atribuye una omnipotencia absoluta con derecho sobre la vida y la muerte de los demás, ve a la gente desde las alturas de este campanario "Me gustaría ser Dios, para aplastarlos como gusanos". Hay un claro desprecio a los hombres, “si fuera Dios no los perdonaría nunca” ejemplificando una clara homofobia que podría ser derivada de su homosexualidad y más concretamente sobre Gloria, de la que piensa que podría matarla en ese momento si quisiera “Estamos solos nadie podría impedirme que te castigue”. Es el momento de la máxima megalomanía, en el momento que Francisco expresa que “desde las alturas las cosas parecen puras y limpias”. Y “Me hace daño la felicidad de los tontos”.
Pero aún veremos el esfuerzo de Francisco por evitar el derrumbe. Como se ha visto antes, el delirio de reivindicación es fundamental en el funcionamiento de Francisco ya que, como todos los delirios, tiene doble función: defensiva y estructurante, es una curativa; defensiva porque el contenido y el afecto de la representación se mantienen proyectados fuera; estructurante porque obedece a una seria de cuestiones: encontrar el objeto, reinvestir la realidad y llenarla de sentido. Ahora, si dicho delirio es la “justicia” a la que se aferra Francisco para mantener una filiación, para mantener una triangulación que evite la irrupción psicótica, está a punto de fracasar, de hecho Francisco afirma que “mis enemigos que son tan poderosos no terminarán hasta acabarme, yo que siempre estoy buscando la justicia”. Y ahí es donde aparece el otro intento a través de los celos, que Gloria le sirve haciéndose acompañar hasta la puerta de su casa por Raúl.
Si la situación de Francisco era ya delicada, la consecuencia de su desesperación aparece con la amenaza de ruptura por parte de Gloria. Situación imposible de entender cuando, como en el caso de Francisco, se tiene la absoluta convicción de ser la víctima y algo o alguien insinúa que es el malo, cuando los esfuerzos por mantener un orden que separe a los ladrones de patrimonios de las víctimas, a los espías de los espiados y a las infieles de los engañados, se desvanece y deja paso a una confusión que testimonia sobre la imposibilidad de integración, que aquí pierde toda aquella certeza que todo psicótico posee.
En esta situación no cabe ninguna otra posibilidad que la de una regresión en la que se observa lo que se veía antes, que no hay ninguna protección, y Francisco, implora como un bebé angustiado, que no se le abandone “No me abandones, haré lo que tu me mandes pero no me dejes” en un momento en el que ha aparecido la desinvestidura objetal y la desestructuración "no sé lo que me pasa, no puedo concentrarme, las ideas se me van".
Aún le quedarán fuerzas par intentar una última revuelta contra Gloria en el momento en el que ésta, le sugiere la posibilidad de ver a un médico. Enojo contra la idea de Gloria de introducir un tercero en la relación, pero sobre todo contra la pasividad a la que la regresión le ha conducido y que para el paranoico es intolerable en la medida en la que le deja a la merced de todos los poderes, más que castrantes, destructivos.
Así, Francisco prepara una cuerda, una aguja, hilo, cuchilla de afeitar, una botella, tijeras y algodón que son los mismos útiles que usan los personajes de la "Filosofía en el tocador", de Sade,
De esta manera, Francisco intenta “castrar” a Gloria en la medida en la que su deseo es el máximo testimonio de su autonomía, de su independencia frente a él, y si en otros momentos se ha conformado con boicotear cualquier expresión del deseo de Gloria, ahora, en el momento de la amenaza de ser abandonado, no son suficientes los simbolismos. La secuencia sádica claramente expuesta en esta escena. Lo primero que llama la atención ,¿De qué se trata? . Se trata de no mostrar. Y ¿Qué es esto que como espectadores no se puede ver? Pues claramente la castración, o bien, la falta.
Gloria, desbordada por la situación se va de casa. Y Francisco entra en un delirio que traduce en lo real lo más temido por él: todos saben que es engañado por Gloria, que Gloria tiene un amante, que él está excluido de esa relación, y sobre todo, que las burlas ofensivas de los demás traducen su incapacidad como hombre “¿se ríe usted de mí?, algo que ha intentado mantener en el más absoluto secreto para los demás pero sobre todo para sí mismo y cuyo único testigo es Gloria, ahora sin control en tanto en cuanto el pacto de mantenerlo en secreto está roto y puede delatarlo. “Lo saben todo”
Así se cierra el ciclo, donde empezó, en una iglesia, y con el mismo padre Velasco de la ceremonia que será agredido dado que las cuentas a arreglar con él no son pocas si se piensa que esa posición de autoridad incuestionable, de complejo de creencia que se señalaba antes, ha contribuido al fracaso de la relación con Gloria en la medida en la que lo buscado por Francisco ha sido ese padre idealizado que no deja espacio a la relación con la mujer. Y que además, no ha cumplido uno de los objetivos prioritarios de la idealización: protegerse de la persecución.
La última parte nos muestra a Raúl, Gloria y un niño llamado Francisco que van a visitar a Francisco, recluido en un monasterio. Esta escena final es donde la película muestra toda su coherencia. Porque a la pregunta del padre prior sobre quién es el padre de Francisco (niño), no hay respuesta. Un niño que se llama Francisco y en el que desde la infancia la historia de su padre, su propia historia, está llena de incertidumbres. De esta forma, se hace converger toda la historia de éste paranoico en este punto final de máxima significación aplicando al cine, de una forma ejemplar, el proceso de condensación. Francisco se estabiliza en el convento. Su delirio se mantiene enquistado en una sumisión masoquista a la autoridad del padre, única forma en la que puede dar cabida a la imagen paterna y al mismo tiempo le proporciona un interlocutor a la altura de su megalomanía: Dios. Pero también constituye el abandono de toda tentativa de relación de objeto en la que la imposibilidad de encontrar un sitio al tercero que no sea de amenaza y persecución, condena al fracaso.
Al finalizar este ensayo sobre un hombre que se deseo acaba con su razonamiento, quisiera agregar que la obra de Buñuel es como un lapsus de la mirada, ligado muy estrechamente a la lectura de Sade o a su ideología surrealista, que instala una manera particular del circuito del deseo.
Estas consideraciones sobre el cine de Buñuel pueden servir para los verdaderos núcleos de esta película. Podrán permitir extraer enseñanzas sobre la psicosis. Pero también sobre el sadismo y otras cuestiones que atañen al goce, la angustia, el objeto y el sujeto en el fantasma.
Embrace our Madness.